Esta ruta de montaña tiene unos 15 kilómetros y casi siete mil escalones tallados en la roca
Aunque Alicante siempre se asocia a sus extensas y bien cuidadas playas, lo cierto es que se trata de una de las provincia más montañosas de España. Hay mucho por descubrir y disfrutar entre sus valles y cumbres.
Uno de los parajes más singulares es el Barranco del Infierno, conocido entre los amantes del excursionismo como la Catedral del Senderismo. Se encuentra en el pequeño municipio de la Vall de Laguar, en la comarca de la Marina Alta, tierra de rebeldes moriscos que se ocultaron entre sus cuevas y desfiladeros para evitar ser expulsados allá por el año 1609.
Estamos ante una de las rutas senderistas más hermosas, con sus más de 6.700 escalones labrados es la roca y 15 kilómetros de recorrido, que requieren cierta preparación física, puesto que aunque la distancia no es muy larga, si que tiene dificultad el sendero con tres subidas, con sus respectivas bajadas, realmente pronunciadas.
El Barranco del Infierno ha sido tallado por la fuerza erosiva del viento, la lluvia y las aguas del río Girona, que casi todo el año fluyen, escondidas, bajo una gruesa capa grisácea de cantos rodados.
Tanto en los ascensos como en los descensos, la senda natural se encuentra modificada con escalones labrados por los moriscos que habitaron estas tierras hasta principios del siglo XVII. Aún se pueden apreciar vestigios de las terrazas de sus cultivos.

Acción del hombre y de la naturaleza. Estamos ante uno de los parajes más singulares de Alicante.
Además, hay antiguos lavaderos, fuentes, caserones de piedra, arbustos y plantas mediterráneas, pinos y cuevas, formando todo ello un paisaje que no deja lugar a la monotonía.
De los muchos miradores que regala esta ruta de grandes desniveles, los más bellos son los que aparecen casi al final, en la última subida que deja al caminante a tan solo unos cientos de metros de Benimaurell. Desde aquí, se pueden admirar el mar Mediterráneo, la población de Dénia y la inconfundible silueta del macizo del Montgó, protagonista de uno de los parques naturales más bellos de la provincia de Alicante.
La ruta
La ruta comienza al poco de salir de Fleix, el segundo pueblecito de la Vall de Laguar (el primer es Campell). Entre cerezos y alguna higuera se llega a la Font Grossa y al antiguo lavadero. Y ahí arranca ya la senda. Al poco, se alcanza el Forat, una apertura en la roca que marca la frontera entre el tramo anterior, más tendido, y lo que queda por delante, que ya es todo un sube y baja. A continuación, se pisa por primera vez al lecho del barranco, apenas hay tiempo para coger aliento y emprender la primera gran subida. La senda se enfila. Serpentea hasta que, casi arriba, donde se alcanza un pozo. La senda se suaviza en les Juvees d’Enmig. Pero pronto empieza otra vez el descenso al cañón, al tramo de barranco en el que los aficionados al barranquismo se meten en la boca del infierno. Pero ese no es el camino del senderista, a quien le toca volver a subir. La pendiente es ahora, si cabe, más empinada, más agotadora. Les Juvees de Dalt marcan otra cumbre. Luego se medio llanea por el Barranc de Racons para, en la parte final de la ruta, volver a subir en un zigzag interminable. Benimaurell es la meta. Pero la excursión no ha terminado. Hay que callejear por este pequeño pueblecito y por un vial rural, flanqueado de huertas, para regresar a Fleix.
Los 14,5 kilómetros se pueden completar en unas seis horas. Sin prisa pero sin pausa. Parando de tanto en tanto a recuperar el resuello y a dar un bocado e hidratarse. Siempre, en estas rutas, hay que tener un punto de prudencia.