La luz y el agua del Mediterráneo marcan el paso de los días en Cabanes. El municipio de la Plana Alta constituye uno de los destinos costeros más singulares de la costa valenciana, poco masificado y con espacios vírgenes escenarios de épocas romanas y amenazas piratas. Torre la Sal, el núcleo costero, conecta a pie o en bici con diferentes playas de arena y calas como El Cudolà o del Quartel Vell. Un paisaje que las olas han transformado con los siglos.
En la costa de Cabanes siguen en pie, y adecuados arquitectónicamente, varias torres vigías que se utilizaban cuando el mar era vía pirata y una forma de vida que defender. Cabanes cuenta desde finales del siglo XV y principios del XVI con cinco torres defensivas que formaron parte del entramado de torres de la costa valenciana: la fortaleza de Albalat, Torre la Sal, Torre del Carmen, Torre de los Gatos y Torre del Carmelet.
Los yacimientos arqueológicos hallados hace décadas en Torre la Sal ya indican que poblaciones íberas se asentaron. Un hábitat de pescadores al borde del mar y cerca de zonas donde la biodiversidad emana, como el Prat de Cabanes-Torreblanca. Una estrecha franja costera que se corresponde con la principal zona húmeda provincial, con especial interés paisajístico y geológico que deja una huella imborrable a quienes lo visitan y admiran la infinidad de aves que surcan el cielo.
La costa de Cabanes ha sido y es hogar de familias que han tomado el mar como su medio de vida. La construcción singular de muchas viviendas costeras o las posibilidades deportivas que ofrece forman parte del atractivo de este paisaje, testimonio de civilizaciones y paraíso mediterráneo a 20 minutos de distancia en coche de la capital de la Plana.